Ponencia presentada en el Foro realizado el 10 de
diciembre en Bogotá. Organizado por el Comité de Lucha Popular de Bogotá, la
Escuela Sindical María Cano y el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores.
LAS ENSEÑANZAS DE LA HUELGA DE LAS BANANERAS
SIGUEN VIVAS
—
Ponencia —
El Comité de Lucha Popular de Bogotá y la Escuela Sindical María Cano,
extienden un fraternal y revolucionario saludo a los asistentes a este FORO, en
conmemoración de los 89 años de la Gran Huelga de las Bananeras y en recordación
luctuosa de la Masacre de los huelguistas y sus familiares. Defendemos las
enseñanzas de la huelga bananera cual vivas lecciones para las luchas actuales
de los trabajadores, y seguimos denunciando la horrorosa matanza que ahora solo
es un “mito literario” para los opresores, pero no para los oprimidos quienes
siempre encontrarán en ese pavoroso recuerdo, un motivo más para acrecentar su
odio irreconciliable contra los enemigos a muerte del pueblo colombiano.
LA HUELGA DE LAS BANANERAS
ACONTECE EN LA ÉPOCA DEL NACIMIENTO DE LA CLASE OBRERA EN COLOMBIA
La Clase Obrera no siempre ha existido en el país; nace como parte
indispensable de un nuevo sistema basado en la explotación capitalista del
trabajo asalariado. Aunque tal sistema existía desde siglos antes en otros
países de Europa, en Colombia apenas despunta a finales del siglo XIX, justo en
vísperas del paso del capitalismo mundial en su fase final, de decadencia, de
descomposición, de agonía histórica, transformándose desde comienzos del siglo
XX en capitalismo-imperialista, donde las economías de todos los países se
convirtieron en simples eslabones de una sola economía mundial, y unos cuantos
países imperialistas, opresores y explotadores son parásitos de todos los demás
países oprimidos y explotados.
Colombia ha sido uno de esos países oprimidos y explotados por el
imperialismo, principalmente de EEUU. Su modo de producción capitalista no fue
importado desde algún país extranjero. Surgió de las entrañas de un modo de
producción anterior basado en la explotación de los campesinos siervos por los
terratenientes semifeudales. Sobre las condiciones del naciente capitalismo,
actuaron los adelantos industriales de otros países como fue la locomotora a
vapor, y la importación de capital financiero imperialista para la inversión en
la agricultura, la ganadería y la industria.
En 1919 existían numerosas organizaciones obreras pero todavía de tipo
provincial y gremial, más que fabril. Sólo entonces estaban surgiendo las
grandes fábricas, al lado y en vez de la pequeña producción manufacturera y
artesanal. También, los enclaves de la burguesía imperialista se fortalecían en
el transporte, embarque y obras públicas. El desarrollo de la naciente
industrialización en Colombia, esto es, la acumulación y concentración del
capital en pocas manos, no fue obra de la burguesía, sino de la más cruel
explotación y opresión de la nueva clase de los proletarios, sometidos a
jornadas laborales de 16 horas, incluidos niños y mujeres a quienes se le
pagaba menos salario que a los hombres, sin ninguna protección legal para los
trabajadores, totalmente prohibidos de organizar sindicatos, protestas y
huelgas.
Así
como el capitalismo nace en Colombia ligado a grandes compañías extranjeras
transformadas luego en monopolios imperialistas, también la Clase Obrera nace
explotada por el capital imperialista y nacional, aglomerada principalmente en
empresas extranjeras que explotan minas, petróleo, plantaciones, transporte
fluvial y ferroviario.
Particularmente, las compañías extranjeras invierten en la agricultura
y ganadería de la Costa Atlántica. A su lado la burguesía agraria local
comienza a explotar trabajo asalariado para producir tabaco, cacao, caña de
azúcar. Al no existir una desarrollada infraestructura que conectara la ciudad
de Santa Marta con los mercados, la burguesía presiona en 1887 la construcción
de un ferrocarril en la zona, que estimula el establecimiento de las primeras
plantaciones de banano, una nueva industria cuya producción a gran escala para
los mercados internacionales urgía más ferrocarriles, embarcaciones de carga
más grandes y más rápidas, condiciones propicias para la exportación del
capital financiero imperialista a la zona. En 1892 se funda la Colombia Land Company, la cual compró
6.100 hectáreas en Río Frío y adquirió la compañía del Ferrocarril en Santa
Marta. En 1898 esta compañía se asocia con otros capitalistas norteamericanos y
crean la United Fruit Company
(Compañía Frutera Unida), la cual tenía su sede comercial en Boston, controlaba
el 80% de la industria bananera internacional, explotando trabajo asalariado a
la vez en Jamaica, Cuba, Republica Dominicana, Costa Rica, Panamá, Guatemala y
Honduras. Con la inversión del capital extranjero, la producción en la zona
bananera que comprendía Santa Marta, Ciénaga, Aracataca, Río Frío, aumentó de
45.000 a 12´000.000 de racimos al año. Aunque la burguesía colombiana tenía
contradicciones con la burguesía yanqui en la disputa por las tierras baldías y
en la competencia por el negocio del banano, lo principal fue su sometimiento
lacayo a los imperialistas y el papel del Estado al servicio y defensa de los
intereses del capital extranjero y nacional.
Desde
el comienzo, la burguesía colombiana ha sido una clase reaccionaria, lacaya,
socia y cómplice de los imperialistas en la explotación y opresión del pueblo
colombiano. Como en muchos otros países, también en este, la burguesía incapaz
de acabar los privilegios de los terratenientes feudales, hizo alianza con
ellos, preservándoles su vieja renta tributada por la servidumbre, haciéndolos
partícipes de la nueva renta capitalista de las tierras dedicadas a la
explotación asalariada del trabajo en la agricultura, la ganadería y la
minería, y sellando una alianza de los peores enemigos del pueblo:
imperialistas, burguesía y terratenientes.
La Clase Obrera en Colombia como en todos los
países, nace en medio de aterradoras condiciones de opresión y explotación
Para producir más, se necesitaba más capital y más fuerza de trabajo
libre para ser comprada y explotada. La población de Santa Marta pasó de 5.000
habitantes en 1910 a 25.000 en 1925, nutrida principalmente por obreros que no
se establecían en una sola finca, sino que iban de plantación en plantación. Se
les pagaba al destajo, por trabajo cumplido y no por horas. Los trabajadores
eran reclutados por contratistas quienes acordaban con la United el trabajo a realizar aceptando como condición la siguiente
cláusula: “Todos los detalles del trabajo
serán de cargo del contratista, ni el contratista ni sus empleados son empleados
de la United Fruit
Company”. Trabajaban los 7
días en la semana, pero no se les pagaba cumplidamente y como parte inicial del
pago se les entregaban vales para almacenes de la propia compañía. Los tenderos
que cambiaban los vales descontaban del 10 al 30% del valor. No había hospital
que atendiera a los trabajadores, pero se les descontaba del salario el 2% para
“atención hospitalaria”. Eran permanentes las epidemias de paludismo, anemia
tropical, tuberculosis, parasitismo intestinal y gastroenteritis infantil. Los
accidentes de trabajo eran muchos y frecuentes. Los trabajadores se alojaban en
campamentos dentro de las plantaciones donde las camas eran esteras de hoja de
guineo, y hasta 7 dormían en cuartos de 3 x 3 metros.
La United Fruit Company argüía
no tener trabajadores, además de que era tal su poder en la zona que evadía la
legislación laboral burguesa existente. Las ganancias de los imperialistas,
burgueses y terratenientes se acrecentaron, del mismo modo como creció la
miseria e indignación de las masas frente a sus terribles condiciones de
trabajo, que se pueden resumir en: superexplotación (salarios de hambre),
ausencia de derechos laborales (contratación por terceros), y trato represivo
carcelario en las plantaciones. Eran las condiciones de los obreros bananeros
en una época de mayor atraso económico de la sociedad, pero al final de
cuentas, las mismas condiciones actuales de los asalariados.
La Clase Obrera nace luchando junto con los
demás trabajadores
La situación de la joven clase obrera colombiana de por sí miserable,
fue empeorada en la época de la primera guerra mundial imperialista (1914 -
1918) y en los años posteriores, cuando se disparó el desempleo, aumentaron los
precios de los productos importados y bajaron los salarios.
El triunfo de los obreros y campesinos en la Revolución Rusa en Octubre
de 1917, animó a los obreros y pueblos del mundo a seguir su ejemplo, y fue un
importante aliento y estímulo de la inconformidad y rebeldía de los
trabajadores colombianos, especialmente de la joven Clase Obrera que nació
haciendo uso de la huelga para resistir a la explotación capitalista que
enriquecía a patronos extranjeros y nacionales. En 1878 trabajadores del
ferrocarril de Buenaventura organizaron la primera huelga en el país, seguida por
la huelga de 1895 en el tranvía de Bogotá. En 1910 el movimiento de masas se
extendió por toda la Costa Atlántica juntando en una sola lucha victoriosa a
braceros, portuarios, obreros de construcción y transportadores fluviales y
ferroviarios.
Las
condiciones insoportables de trabajo en las fábricas, el incremento de los
desalojos de los campesinos pobres, la represión a sangre y fuego de las
protestas aisladas de las masas trabajadoras, constituyeron la base material de
una poderosa ola de indignación en la forma de un movimiento huelguístico que
en 1919 se extendió a las principales ciudades. Este movimiento tuvo dos
vertientes: la de los pequeños productores y artesanos agremiados, y la de los
obreros fabriles. En la primera vertiente estaban protestas como la de los
sastres en Bogotá, zapateros en Medellín y Bucaramanga, sastres, constructores
y zapateros en Manizales. En la segunda vertiente se destacaron las huelgas en
1918 de los trabajadores del ferrocarril y puerto de Santa Marta, de los puertos
de Cartagena y Barranquilla donde los trabajadores para ser oídos, levantaron
los rieles del ferrocarril e impidieron el transporte de agua a Puerto
Colombia, siendo atacados por disparos del ejército pero resistieron y
obtuvieron un aumento salarial del 50%; movilizaciones obreras en Medellín;
pliego de peticiones de los obreros de la United
Fruit Company en 1918; exigencia salarial de los trabajadores del
ferrocarril de Girardot y otros 3 ferrocarriles en 1919, mismo año en que los
mineros de la compañía inglesa de Segovia (Antioquia) realizan una huelga con
el apoyo general de la población logrando un notable triunfo. Muchos de estos
movimientos adquirieron características violentas, siendo calificados de
«revueltas», y aunque giraban sobre reivindicaciones salariales y de jornada de
trabajo, se transformaban en movimientos y huelgas políticas contra el Estado.
El auge huelguístico de este período tuvo su culmen en 1920 con la huelga en la
Fábrica de Hilados y Tejidos de Bello, dirigida por Betsabé Espinosa. Después
de un declive de cuatro años, el auge huelguístico retornó de 1924 a 1928 con
notables y combativas huelgas de los braceros del Magdalena y los petroleros de
Barrancabermeja, ambiente en el cual los obreros de la zona bananera vuelven a
la carga con un nuevo Pliego de Peticiones.
Así fue como la Clase Obrera en Colombia nació luchando y enseñó que
los derechos de organización y huelga no se mendigan a los enemigos. Se
conquistan ejerciéndolos en la práctica, contraviniendo la legislación burguesa
que los prohíbe, contraviniendo la reglamentación carcelaria de los patronos
que los desconoce. El ejercicio directo de los derechos de organización y
huelga, es la enseñanza viva y vigente para enfrentar la tercerización y la
limitación de las huelgas, idénticos problemas a los de ayer y que hoy agobian
a los trabajadores. Es una enseñanza diametralmente opuesta al oportunismo
patronal que considera sagradas e inviolables las leyes de los explotadores,
que llama a respetar el orden burgués y hacer la paz con los enemigos del
pueblo, que solo ofrece el camino electorero y de los trámites politiqueros en
el Congreso, la sumisión y las respetuosas solicitudes a los opresores. Por el
contrario, los derechos se conquistan con la fuerza de la lucha. Las leyes a
favor o en contra de los trabajadores son un producto de su lucha o de su
pasividad.
El Pliego de Peticiones
a la United Fruit Company
Los obreros de la zona bananera sabiendo que la Huelga hiere el corazón
de los capitalistas que lo tienen en el bolsillo, y que era la forma como
podían hacerse escuchar y exigir sus reivindicaciones, el 6 de octubre de 1928
declararon la Huelga con un Pliego de nueve peticiones:
1. Seguro colectivo obligatorio
2.
Reparación por accidentes de trabajo
3.
Habitaciones higiénicas
4.
Descanso dominical remunerado
5.
Aumento salarial
6.
Supresión del pago con vales
7.
Pago semanal del salario
8.
Abolición del sistema de contratistas
9.
Atención hospitalaria permanente
El punto principal del Pliego era el octavo,
EXIGIR EL RECONOCIMIENTO DE LOS OBREROS BANANEROS COMO TRABAJADORES DE LA UNITED FRUIT COMPANY, esto es, acabar la
tercerización del trabajo.
La Gran Huelga de las Bananeras
El 7 de octubre fue presentado el Pliego tanto a la Compañía como al
Gobierno, pensando que este último haría la función de árbitro imparcial. Pero
la respuesta inmediata fue recitar una resolución proferida años atrás donde
decía: “Los trabajadores de los
contratistas no hacen parte de la empresa, por no existir entre ellos y el
patrono un vinculo jurídico”. La misma respuesta de los empresarios hoy en
día ante las reclamaciones de los trabajadores tercerizados.
El 10 de noviembre la United
Fruit Company comienza a contratar esquiroles para cortar y embarcar la
fruta de la zona. La misma táctica de Avianca en la pasada Huelga de los
Pilotos.
El 12 de noviembre se inicia la Huelga y se fijan carteles comunicando
la decisión, en uno de los cuales se leía: “Esta
HUELGA es el fruto del dolor de miles de trabajadores explotados y humillados
día y noche por la Compañía y sus agentes. Ésta es la prueba que hacen los
trabajadores en Colombia para saber si el gobierno nacional está con los hijos
del país, con su clase proletaria, o contra ella y en beneficio exclusivo del
capitalismo norteamericano y sus sistemas imperialistas. Vamos todos a la
HUELGA”. Y en verdad que con su heroico sacrificio, los obreros bananeros
mostraron en los hechos que no solo el gobierno nacional sino todo el Estado,
el mismo de hoy, es una dictadura de la burguesía y los terratenientes, es un
Estado pro-imperialista hasta los tuétanos.
A
la Huelga se vincularon las familias de los trabajadores, y como medida para
persuadir a los compañeros que seguían trabajando, se hicieron campamentos en
las plantaciones. Contrario al sindicalismo burgués de las Centrales que cuando
no pueden impedir una Huelga, aíslan a los huelguistas de sus familiares y
hasta de las mismas instalaciones de la empresa, y las carpas que deben ser
aulas de educación y de organización del combate, las convierten en sitios de
juerga, licor y juegos.
También los habitantes de la zona se vincularon a la Huelga, por
solidaridad con sus hermanos y porque las peticiones beneficiaban a todos. Así,
sumaron 32.000 los huelguistas dispuestos a pelear el Pliego presentado. Qué
gran distancia entre la verdad histórica y la mentira de la díscola burra María
Fernanda para quien “era muy difícil encontrar siquiera 3.000 trabajadores en
la zona”.
Inmediatamente la United Fruit
Company cruza un mensaje telegráfico con el Gobierno donde dice: “Desde hace varios días elementos
irresponsables, desvinculados absolutamente de gremios trabajadores obreros de
esta compañía, han venido planeando movimiento que bajo el nombre de huelga han
hecho cristalizar desde las primeras horas de ayer. Trátase de verdadero motín,
pues patrullas recorren la región bananera concitando desorden, amenazando con
asesinato demás trabajadores que voluntariamente desean concurrir al trabajo,
impidiéndoles violentamente ejercer libre derecho. Estimo esta situación
revuelta peligrosa, extremadamente grave…”.
El Gobierno lacayo y arrodillado de inmediato atiende la orden de los
imperialistas. El Ministro de Guerra ordenó al general Carlos Cortés Vargas
desplazar tres batallones a la zona bananera, bajo el pretexto de “Amparar trabajadores pacíficos que están
siendo hostilizados e instigados por revoltosos que actúan en la zona… y para
asegurar la conservación del orden público”, la misma palabrería que
utilizan hoy los gobernantes cuando envían al Esmad contra los paros y
manifestaciones de los trabajadores.
Durante 23 días, hasta el 5 de diciembre, se paró la producción en la
zona bananera, tiempo en el cual también el genocida Cortes Vargas estableció
sus cuarteles en Santa Marta, estacionó tropas en Ciénaga, Aracataca, El Retén,
Fundación y Orihuela. Custodió el ferrocarril y los campos intimidando a los
huelguistas e infundiendo terror en la zona que era recorrida por el tren lleno
de ejército y de trabajadores capturados para chantajear a los huelguistas, con
la devolución de los presos a cambio de finalizar la Huelga.
El 16 de noviembre un Inspector de Trabajo al servicio del Estado,
afirmó que la Huelga era legal por lo cual fue encarcelado por el General,
quien sí permitió que días después fueran dos representantes del Gobierno a
solicitar el desmonte de la Huelga, el retiro de las peticiones sobre el
descanso dominical remunerado y el pago en vales, y el aplazamiento de los
puntos sobre la seguridad social y la compensación por accidentes. Los trabajadores no conciliaron. Se
mantuvieron firmes en la Huelga y en su Pliego.
Representantes
del Gobierno y de la Compañía se confabularon para romper la Huelga a fuerza de
contratar más esquiroles y protegerlos para sacar producción de las tierras,
ardid que fue denunciado y difundido por los huelguistas, acordando hacer una
manifestación el 6 diciembre contra el Gobierno y la United Fruit Company. Desde el día anterior 3.000 entre
trabajadores, familiares y habitantes de la zona, acamparon en la plaza de la
Estación de Ciénaga, rodeados de 300 soldados armados con ametralladoras.
A las 11:30 de la noche del 5 de diciembre, las tropas recibieron la
autorización para matar con el decreto legislativo Nº 1 de 1928 que declaraba
la ley marcial en la provincia de Santa Marta y nombraba como jefe civil y
militar al genocida General Cortes Vargas, quien marchó con sus tropas a la
plaza y a la 1 y 30 de la madrugada del 6 de diciembre, leyó el decreto que
prohibía asambleas de más de tres personas y dio la orden de dispersión. Los
huelguistas y sus familias no creían que los soldados fuesen a disparar. Les
arengaron con consignas que chocaban con los sonidos de la corneta que ordenaba
dar comienzo a la Masacre para romper a fuego de metralla la Huelga de los
obreros bananeros y ahogar en sangre a sus heroicos protagonistas. Cundió la
desorganización entre los huelguistas que pudieron salvar sus vidas y reinó el
terror estatal que llevó la Masacre más allá de los límites de la plaza, a las
calles y los campos, con torturas y consejos de guerra a los apresados, con la
utilización de los vagones y camiones que antes habían traído las tropas, ahora
de devuelta repletos de cadáveres con destino a las fosas comunes, a la ciénaga
y a los buques para desaparecerlos mar adentro. El ejército dejó 9 muertos en
la plaza en dantesca burla por los 9 puntos del Pliego. El Gobierno reconoció
cientos de muertos, la Compañía más de 1.000 y los historiadores cuerdos
admiten que fueron no menos de 1.400. Esta
Masacre fue el bautizo a sangre y fuego de la Clase Obrera colombiana, de
la misma forma como fuera bautizada la clase obrera chilena en Iquique con la
Masacre de los obreros del salitre en 1908; con el mismo terror del bautizo de
fuego de la clase obrera ecuatoriana el 15 de noviembre de 1922 en la Masacre
de los trabajadores de la Provincia de Guayas. En verdad que como dijera Carlos
Marx “el capitalismo nace chorriando
sangre por todos sus poros”.
En Colombia, las clases
explotadoras, la burguesía y los terratenientes en alianza con los
imperialistas, siempre han respondido con garrote y fuego las demandas de los
trabajadores, obreros y campesinos.
La burguesía, terratenientes e imperialistas son los principales y más
peligrosos enemigos del pueblo colombiano. Viven de amasar ganancias con el
sudor y la sangre de la explotación de los trabajadores del campo y la ciudad.
De ahí que la prédica de los oportunistas de trabajar por la “paz social” es un
vil engaño que oculta la experiencia de la lucha de clases en el país, les
perdona a los opresores crímenes como la Masacre de 1928 y desarma ideológica y
moralmente al pueblo para enfrentar a sus verdugos.
El Estado no es una institución neutral frente a la lucha de clases. La
idea de que el Estado es un árbitro imparcial en las luchas entre explotados y
explotadores, entre trabajadores y empresarios, es una idea completamente
equivocada que se debe borrar para siempre de la mente de los trabajadores.
Ayer lo demostró la experiencia de las bananeras donde el Gobierno le dio trato
militar a un conflicto laboral y el sanguinario Cortes Vargas llamando
“cuadrilla de malhechores” a los huelguistas procedió a masacrarlos. Hoy lo
corrobora la experiencia de la Huelga en Avianca donde el Gobierno y sus
tribunales la declararon ilegal y la sanguijuela Efromovich la tildó de
“criminal”. El Estado es una máquina de poder que pertenece a las clases
económicamente dominantes que la utilizan siempre en favor de los explotadores
y al servicio de los intereses y mandatos imperialistas.
La
Masacre de los huelguistas bananeros dejó al descubierto el carácter de clase
del Estado colombiano: dictadura de los explotadores para proteger su propiedad
privada y sus ganancias. Una experiencia dolorosa para la clase obrera, que le
enseña a no confiar en el Estado burgués que concentra la fuerza de sus enemigos,
ni tampoco creer el cuento oportunista de solucionar los problemas de los
trabajadores, conquistando escaños en el Congreso y puestos en el Gobierno,
pues ellas son instituciones fundamentales de ese mismo Estado, y por tanto,
hechas para servir a los explotadores.
El terrorismo de Estado no es algo nuevo de estos tiempos; es la vieja
y conocida práctica del Estado burgués terrateniente pro-imperialista, en las
Masacres de los huelguistas bananeros del Magdalena, petroleros de Barranca,
cementeros de Santa Bárbara; en la matanza de campesinos durante la Violencia de 1948 a 1958; en las
masacres, destierros, desapariciones y falsos positivos de la actual Guerra contra el pueblo iniciada a
comienzos de los años 80 con la careta política de lucha contra la guerrilla y
el terrorismo, cuando en realidad es la disputa armada por la renta capitalista
de las tierras dedicadas a la minería y la producción de la materia prima de
los sicotrópicos y al tráfico hacia el mercado internacional; en la represión a
los paros y huelgas políticas de masas en campos y ciudades; en la persecución
y desaparición sistemática de dirigentes sociales y defensores de los DDHH.
Con los opresores y explotadores del pueblo, que siempre han defendido
sus intereses y privilegios a sangre y fuego, no puede haber paz como pregonan los oportunistas.
LA HUELGA DE LAS BANANERAS FUE
UNA ESCUELA DE LUCHA POLÍTICA
La
terrible Masacre que ahogó en sangre la Huelga bananera, induce a concluir
equivocadamente que fue una derrota total. La derrota fue sangrienta pero
temporal, porque a pesar de su sacrificio, los valerosos huelguistas dieron
ejemplo de cómo hacer frente a los problemas de los obreros asalariados y cómo
su lucha de clase debe relacionarse con la lucha general del pueblo, dejando vivas
enseñanzas a todos los trabajadores para enfrentar a sus enemigos.
La experiencia de la Huelga contra la United Fruit Company, enseñó que la presentación de un sencillo
Pliego de Nueve Peticiones, por las fuerzas e intereses de clase que puso en
juego, hizo que el límite de un conflicto entre obreros y patronos
imperialistas, fuera roto por la intervención del Gobierno y el ejército,
transformándose en una lucha política anti-imperialista y contra las fuerzas
armadas del Estado.
No existe una muralla china entre la lucha económica o de resistencia a
la explotación y la lucha política que en últimas resuelve la cuestión del
poder estatal. No hay conflicto laboral y social donde no intervenga el Estado,
y siempre lo hace usando la ley para amordazar los procedimientos de lucha de
los trabajadores, y usando la fuerza armada para someterlos. O sea, el Estado siempre interviene en favor
y defensa de los explotadores. Por eso cualquier lucha, paro, manifestación o
huelga por reivindicaciones económicas inmediatas, debido a la intervención del
Estado, puede transformarse en una lucha política de clase y de masas contra el
Estado.
La lucha económica y la lucha política de los trabajadores no son
luchas opuestas, sino complementarias, cuya estrecha relación favorece a los
trabajadores siempre y cuando su lucha política sea una lucha revolucionaria
contra los enemigos del pueblo, y no una lucha política reformista y
parlamentaria para someter al pueblo al poder de sus enemigos.
Los
alcances de la unidad entre la lucha económica y la lucha política
revolucionaria de los trabajadores bananeros, dependieron de dos grandes
factores determinantes: uno, el apoyo y solidaridad de la clase y las masas del
pueblo; y otro, el estado de organización, consciencia y dirección independiente
de la lucha obrera.
LA HUELGA DE LAS BANANERAS FUE
UNA HUELGA POLÍTICA DE MASAS CONTRA LOS ENEMIGOS DEL PUEBLO
En cuanto al factor del apoyo y solidaridad de la clase y de las masas
del pueblo, en la zona bananera existían dos condiciones de gran importancia
para la lucha de los trabajadores. La condición objetiva de las contradicciones
entre la United Fruit Company y las
masas de la zona bananera, incluidos por supuesto principalmente los obreros
asalariados de la Compañía. Tanto los pequeños y medianos cultivadores de
banano como los comerciantes, tanto los colonos como los campesinos y
artesanos, todos eran atropellados por los privilegios de la frutera yanqui, y
por tanto, todos sentían sus intereses representados en el Pliego de los obreros.
La otra condición, la subjetiva, la describe muy bien Ignacio Torres Giraldo: “Las masas estaban saturadas de ideas
revolucionarias seguramente muy confusas, pero que tenían la virtud de unirlas,
de alinearlas para la lucha conjunta. ¿En qué consistía esta lucha y cuál era
su finalidad? Ahí era donde la claridad faltaba. Pero es indudable que la gente
veía —o creía ver— en esta oleada en aumento de las fuerzas vitales del pueblo
trabajador, ¡la caída del régimen odiado de la hegemonía conservadora, instrumento
dócil de la United Fruit Company!”
Esas
dos condiciones permitieron transformar la Huelga de los obreros en un
movimiento político huelguístico desde abajo de los obreros y sus familias en
alianza con los campesinos, colonos, artesanos y comerciantes de la zona
bananera.
Así la Huelga de las Bananeras fue una Huelga Política de Masas, que
representó la fuerza social y material del movimiento y fue determinante en las
conquistas alcanzadas, tanto para toda la clase obrera como para las masas
trabajadoras, conquistas que el Estado de los explotadores se vio obligado a
rubricar como leyes para todo el país.
• En 1931 se reconoce el derecho de asociación en sindicatos,
negociación colectiva y contratación directa.
• En 1934 la jornada laboral de 8 horas y 48 semanales.
• En 1934 el derecho al salario para mujeres y menores.
• En 1936 el pleno derecho de huelga que ya era reconocido formalmente
desde 1919.
Derechos laborales fundamentales que se extendieron a todos los
trabajadores, lo cual sirvió para mejorar las condiciones de trabajo y de vida
de las masas del pueblo. De ahí en adelante, solo la lucha directa de los
asalariados podría mantener y mejorar tales conquistas o en su ausencia irlas
perdiendo paulatinamente, como en efecto ocurrió.
La Huelga de las Bananeras demostró que es completamente errónea la
creencia de los oportunistas patronales, de que “los trabajadores solo pueden
luchar, organizarse y exigir si lo permite la ley”. ¡Falso! Las leyes laborales
beneficiosas para los trabajadores como las de los años 30, fueron producto de
la lucha obrera directa contra sus enemigos. Como también, las leyes laborales
beneficiosas para los capitalistas como las actuales, son producto de la
ausencia de la lucha obrera y de la política de conciliación con los enemigos.
Y
como si fuera poco, la gran Huelga Política de Masas en la zona bananera, dejó
sin piso al Gobierno de Abadía Méndez dando fin a 30 años de régimen
conservador de los terratenientes. Por las limitaciones de consciencia y
organización política independiente de la joven e inexperta clase obrera, la
Huelga Política de Masas en la zona bananera logró causar una crisis política
en los gobernantes, pero no se transformó en una crisis revolucionaria contra
el poder pro-imperialista de la burguesía y los terratenientes. Si la
solidaridad con la Huelga se hubiese extendido más allá de algunos sectores
obreros que la brindaron en otras ciudades, y se hubiese expresado en Huelgas
Política de Masas en otras regiones del país, el impacto revolucionario de la
Huelga Bananera hubiera sido mayor. En consecuencia, fueron los liberales —el
partido de la burguesía en aquella época — quienes asumieron Gobierno y la
dirección del Estado de dictadura de los explotadores pro-imperialistas.
LA HUELGA DE LAS BANANERAS
ENSEÑÓ A LA CLASE OBRERA, QUE PARA TRIUNFAR NECESITA INDEPENDENCIA DE CLASE
El segundo factor determinante de los alcances de la unidad entre la
lucha económica y la lucha política revolucionaria de los trabajadores
bananeros, fue el estado de organización, consciencia y dirección independiente
de la lucha obrera. La organización sindical de los obreros bananeros
funcionaba, trabajaba y luchaba con criterios de independencia de clase, pero
lo hacía por ingenio proletario, espontáneamente, no por una comprensión
consciente de tal necesidad. Pero el problema principal no estaba en el
sindicato, sino en la organización política de los obreros, patrón de medida de
la independencia de clase.
Para entonces los obreros más conscientes, y sobre todo los intelectuales
proletarios que empezaban a conocer y transmitir las ideas revolucionarias del
marxismo provenientes de Europa y principalmente de Rusia, donde los obreros y
campesinos guiados por esas ideas ya habían triunfado en una Revolución, todos
trabajaban por la organización política de los obreros, y aunque en 1926
lograron constituir el Partido Socialista Revolucionario (PSR), este no era
todavía un partido obrero independiente, pues a su interior convivían ideas
marxistas y liberales, su conocimiento de la sociedad era aún superficial y a
pesar de su nombre tenía un programa apenas democrático liberal, confuso frente
al socialismo como sistema nuevo, distinto y superior al capitalismo.
Aún así, este Partido tuvo destacados jefes revolucionarios como María
Cano, Ignacio Torres Giraldo, Raúl Eduardo Mahecha y varios más que actuaron
como dirigentes prácticos de la Huelga. Sin embargo, como lo evaluó la III
Internacional (la organización internacional los comunistas en aquella época),
el Partido Socialista Revolucionario no era un partido suficientemente
experimentado, organizado y disciplinado. En cuanto a su política no tenía una
línea definidamente proletaria, sino contaminada por las ideas de un sector
llamado “putchista” que confiaba todo, a un golpe de estado de un grupo de
conspiradores compuesto por generales liberales; y también contaminada por las
ideas de otro sector proclive a confiar en la “mediación imparcial” del
gobierno en el conflicto y en la “neutralidad” del Estado y de las fuerzas
armadas. Esta fue la gran debilidad de la Huelga: la ausencia de una correcta
dirección política de clase.
La derrota temporal de la Huelga de las Bananeras, dejó al descubierto
esta gran debilidad y necesidad, lo cual con la ayuda de la III Internacional
que directamente transmitió su evaluación, sacó enseñanzas, formuló críticas e
hizo recomendaciones a los dirigentes políticos, sirvió para que los
intelectuales proletarios y los obreros más conscientes, fundaran en 1930 el
Partido Comunista, en un primer intento serio de organizar la vanguardia
política de la revolución en Colombia, intento echado a perder años después por
las ideas oportunistas liberales. Hoy sigue pendiente resolver esta necesidad
de la independencia ideológica política y organizativa de la clase obrera,
tanto en su movimiento sindical sometido a la dirección burguesa de los jefes
de las centrales, como en la construcción de un Partido político propio de la
clase obrera, tarea en la cual trabajan los compañeros revolucionarios.
LAS PERDURABLES LECCIONES DE LA GRAN HUELGA
DE LAS BANANERAS, SIRVEN HOY A LAS LUCHAS DE LOS EXPLOTADOS
La tercerización laboral es una forma clásica de rebajar el salario,
porque impide la organización de la lucha de resistencia y convierte al obrero
en un sujeto aislado e impotente, frente a las leyes anti-obreras del Gobierno
y frente a la reglamentación represiva del trabajo en las empresas, para
intensificar la explotación y exprimir mayores ganancias al trabajo asalariado.
Hoy el imperialismo ha convertido la tercerización en una política de
superexplotación mundial del proletariado. Y aunque en Colombia se permite la
organización sindical de los trabajadores tercerizados, sus decisiones y
peticiones son burladas por los jueces y empresarios, porque son organizaciones
pequeñas y dispersas.
Es necesario seguir el ejemplo de los obreros bananeros, de ganar el
reconocimiento de todos como trabajadores directos de las empresas, exigiendo
como lo hicieron en 1928 la abolición del
sistema de contratistas y conquistándolo como lo enseñaron los héroes de
las bananeras: con la fuerza de la Huelga, por encima y contra las leyes que
prohíben las huelgas a los tercerizados. Todo depende del trabajo de elevar la
conciencia de clase de todos los obreros en cada empresa y en cada rama; del
trabajo de todos para unir y ampliar la organización ejerciendo de hecho, en la
práctica, el derecho a la organización de todos los tercerizados junto con los
obreros directos; del trabajo de todos para unirse en la lucha directa como un
solo hombre contra sus comunes enemigos.
Otra forma de rebajar el salario es la comedia de la “negociación del
salario mínimo” que por estos días vuelve a representarse en el Ministerio del
Trabajo. Una comedia donde todos sus actores son enemigos de los trabajadores:
los empresarios por explotadores, los gobernantes por opresores y los jefes de
las centrales por traidores.
En Colombia tanto los obreros como los demás trabajadores de la ciudad
y del campo han sido sometidos a una feroz y endemoniada explotación de su trabajo,
donde el salario mínimo se convirtió en la medida del aumento del hambre,
porque cada vez disminuye la cantidad y calidad de productos para mantener la
fuerza de trabajo del obrero y su familia. Es necesario oponer a la rebaja del
salario real en cada negociación del salario mínimo nominal, la lucha por una
Alza General de Salarios que verdaderamente beneficie a todos los obreros y a
todos los trabajadores.
Pero un Alza General de Salarios jamás se conseguirá en las mesas de
concertación entre los enemigos de los trabajadores. Jamás será producto de la
bondad de los gobernantes porque a ellos solo se les permite gobernar si
administran bien los negocios de los grandes empresarios, esto es, si les
facilitan aumentar sus ganancias, o lo que es lo mismo, si rebajan los
salarios. El Estado de los ricos no es solamente un instrumento de represión
sobre los pobres; es también un instrumento al servicio de la explotación.
Un Alza General de Salarios, solo es posible conquistarla como lo
enseñaron los huelguistas de las bananeras: con la lucha política conjunta de
los obreros y demás trabajadores, con la Huelga Política de Masas contra el
Estado y todos los patronos, porque el Alza General de Salarios implica
modificar la relación social entre el capital y el trabajo que involucra a
todas las clases. Por eso no se puede resolver solo por el movimiento sindical
de los obreros, no se puede resolver solo por la huelga económica de los
trabajadores. La lucha por un Alza General de Salarios es una lucha política que
exige la participación de todo el pueblo en una Gran Huelga Política de Masas.
Es
absolutamente necesario luchar y resistir a la represión, al terrorismo de
Estado, a la superexplotación; pero es también insuficiente para el bienestar
de los trabajadores porque esos problemas son solo las CONSECUENCIAS del
régimen de explotación asalariada y del Estado de dictadura de los
explotadores. Para dejar de ser esclavos no basta alargar y adornar las
cadenas, es necesario romperlas, suprimir la opresión y la explotación. Es
indispensable barrer sus CAUSAS lo cual significa cambiar el sistema, como lo
demostraron prácticamente los obreros y campesinos en Rusia hace 100 años.
La lucha de clases, no es un invento de subversivos como dicen los
reaccionarios, sino el resultado inevitable de las contradicciones antagónicas
en la sociedad, y aunque la lucha de clases expresa la rebelión de los
oprimidos y explotados, por sí misma no se transforma en una revolución para
cambiar el sistema.
Como lo enseñó con su derrota temporal la experiencia de la Gran Huelga
de las Bananeras, para triunfar sobre los explotadores se necesita una
dirección revolucionaria, que lleve la conciencia socialista y canalice la
lucha de clases hacia un verdadero cambio revolucionario. Y no hay otro camino
que el trazado por la experiencia social: las vías de hecho, la violencia
revolucionaria de las masas que ha sido la partera de la historia. El camino de
las elecciones y la politiquería parlamentaria solo conduce a eternizar los
privilegios de los explotadores y los sufrimientos de los trabajadores.
¡LOS OBREROS BANANEROS
ENSEÑARON A LUCHAR, NO A CONCILIAR CON LOS ENEMIGOS DEL PUEBLO!
¡CONTRA LA FARSANTE NEGOCIACIÓN
DEL SALARIO MÍMIMO: LUCHA POR UN ALZA GENERAL DE SALARIOS!
¡CONTRA EL ENGAÑO DEL CARNAVAL
ELECTORAL: LUCHA DIRECTA DEL PUEBLO EN PREPARACIÓN DEL PARO NACIONAL
INDEFINIDO!
¡NI EL ESTADO, NI LOS
POLITIQUEROS, SOLO EL PUEBLO SALVA AL PUEBLO!
¡LA PAZ DE LOS RICOS ES GUERRA
CONTRAEL PUEBLO!
Comité de Lucha Popular de Bogotá
Escuela Sindical María Cano
Diciembre 10 de 2017
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