martes, 12 de diciembre de 2017

PONENCIA DEL COMITÉ DE LUCHA POPULAR DE BOGOTÁ Y LA ESCUELA SINDICAL MARÍA CANO SOBRE LA MASACRE DE LAS BANANERAS





Ponencia presentada en el Foro realizado el 10 de diciembre en Bogotá. Organizado por el Comité de Lucha Popular de Bogotá, la Escuela Sindical María Cano y el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores.

LAS ENSEÑANZAS DE LA HUELGA DE LAS BANANERAS SIGUEN VIVAS

   Ponencia —
El Comité de Lucha Popular de Bogotá y la Escuela Sindical María Cano, extienden un fraternal y revolucionario saludo a los asistentes a este FORO, en conmemoración de los 89 años de la Gran Huelga de las Bananeras y en recordación luctuosa de la Masacre de los huelguistas y sus familiares. Defendemos las enseñanzas de la huelga bananera cual vivas lecciones para las luchas actuales de los trabajadores, y seguimos denunciando la horrorosa matanza que ahora solo es un “mito literario” para los opresores, pero no para los oprimidos quienes siempre encontrarán en ese pavoroso recuerdo, un motivo más para acrecentar su odio irreconciliable contra los enemigos a muerte del pueblo colombiano.
LA HUELGA DE LAS BANANERAS ACONTECE EN LA ÉPOCA DEL NACIMIENTO DE LA CLASE OBRERA EN COLOMBIA
La Clase Obrera no siempre ha existido en el país; nace como parte indispensable de un nuevo sistema basado en la explotación capitalista del trabajo asalariado. Aunque tal sistema existía desde siglos antes en otros países de Europa, en Colombia apenas despunta a finales del siglo XIX, justo en vísperas del paso del capitalismo mundial en su fase final, de decadencia, de descomposición, de agonía histórica, transformándose desde comienzos del siglo XX en capitalismo-imperialista, donde las economías de todos los países se convirtieron en simples eslabones de una sola economía mundial, y unos cuantos países imperialistas, opresores y explotadores son parásitos de todos los demás países oprimidos y explotados.
Colombia ha sido uno de esos países oprimidos y explotados por el imperialismo, principalmente de EEUU. Su modo de producción capitalista no fue importado desde algún país extranjero. Surgió de las entrañas de un modo de producción anterior basado en la explotación de los campesinos siervos por los terratenientes semifeudales. Sobre las condiciones del naciente capitalismo, actuaron los adelantos industriales de otros países como fue la locomotora a vapor, y la importación de capital financiero imperialista para la inversión en la agricultura, la ganadería y la industria.
En 1919 existían numerosas organizaciones obreras pero todavía de tipo provincial y gremial, más que fabril. Sólo entonces estaban surgiendo las grandes fábricas, al lado y en vez de la pequeña producción manufacturera y artesanal. También, los enclaves de la burguesía imperialista se fortalecían en el transporte, embarque y obras públicas. El desarrollo de la naciente industrialización en Colombia, esto es, la acumulación y concentración del capital en pocas manos, no fue obra de la burguesía, sino de la más cruel explotación y opresión de la nueva clase de los proletarios, sometidos a jornadas laborales de 16 horas, incluidos niños y mujeres a quienes se le pagaba menos salario que a los hombres, sin ninguna protección legal para los trabajadores, totalmente prohibidos de organizar sindicatos, protestas y huelgas.
Así como el capitalismo nace en Colombia ligado a grandes compañías extranjeras transformadas luego en monopolios imperialistas, también la Clase Obrera nace explotada por el capital imperialista y nacional, aglomerada principalmente en empresas extranjeras que explotan minas, petróleo, plantaciones, transporte fluvial y ferroviario.
Particularmente, las compañías extranjeras invierten en la agricultura y ganadería de la Costa Atlántica. A su lado la burguesía agraria local comienza a explotar trabajo asalariado para producir tabaco, cacao, caña de azúcar. Al no existir una desarrollada infraestructura que conectara la ciudad de Santa Marta con los mercados, la burguesía presiona en 1887 la construcción de un ferrocarril en la zona, que estimula el establecimiento de las primeras plantaciones de banano, una nueva industria cuya producción a gran escala para los mercados internacionales urgía más ferrocarriles, embarcaciones de carga más grandes y más rápidas, condiciones propicias para la exportación del capital financiero imperialista a la zona. En 1892 se funda la Colombia Land Company, la cual compró 6.100 hectáreas en Río Frío y adquirió la compañía del Ferrocarril en Santa Marta. En 1898 esta compañía se asocia con otros capitalistas norteamericanos y crean la United Fruit Company (Compañía Frutera Unida), la cual tenía su sede comercial en Boston, controlaba el 80% de la industria bananera internacional, explotando trabajo asalariado a la vez en Jamaica, Cuba, Republica Dominicana, Costa Rica, Panamá, Guatemala y Honduras. Con la inversión del capital extranjero, la producción en la zona bananera que comprendía Santa Marta, Ciénaga, Aracataca, Río Frío, aumentó de 45.000 a 12´000.000 de racimos al año. Aunque la burguesía colombiana tenía contradicciones con la burguesía yanqui en la disputa por las tierras baldías y en la competencia por el negocio del banano, lo principal fue su sometimiento lacayo a los imperialistas y el papel del Estado al servicio y defensa de los intereses del capital extranjero y nacional.
Desde el comienzo, la burguesía colombiana ha sido una clase reaccionaria, lacaya, socia y cómplice de los imperialistas en la explotación y opresión del pueblo colombiano. Como en muchos otros países, también en este, la burguesía incapaz de acabar los privilegios de los terratenientes feudales, hizo alianza con ellos, preservándoles su vieja renta tributada por la servidumbre, haciéndolos partícipes de la nueva renta capitalista de las tierras dedicadas a la explotación asalariada del trabajo en la agricultura, la ganadería y la minería, y sellando una alianza de los peores enemigos del pueblo: imperialistas, burguesía y terratenientes.
La Clase Obrera en Colombia como en todos los países, nace en medio de aterradoras condiciones de opresión y explotación
Para producir más, se necesitaba más capital y más fuerza de trabajo libre para ser comprada y explotada. La población de Santa Marta pasó de 5.000 habitantes en 1910 a 25.000 en 1925, nutrida principalmente por obreros que no se establecían en una sola finca, sino que iban de plantación en plantación. Se les pagaba al destajo, por trabajo cumplido y no por horas. Los trabajadores eran reclutados por contratistas quienes acordaban con la United el trabajo a realizar aceptando como condición la siguiente cláusula: “Todos los detalles del trabajo serán de cargo del contratista, ni el contratista ni sus empleados son empleados de la United Fruit Company”. Trabajaban los 7 días en la semana, pero no se les pagaba cumplidamente y como parte inicial del pago se les entregaban vales para almacenes de la propia compañía. Los tenderos que cambiaban los vales descontaban del 10 al 30% del valor. No había hospital que atendiera a los trabajadores, pero se les descontaba del salario el 2% para “atención hospitalaria”. Eran permanentes las epidemias de paludismo, anemia tropical, tuberculosis, parasitismo intestinal y gastroenteritis infantil. Los accidentes de trabajo eran muchos y frecuentes. Los trabajadores se alojaban en campamentos dentro de las plantaciones donde las camas eran esteras de hoja de guineo, y hasta 7 dormían en cuartos de 3 x 3 metros.
La United Fruit Company argüía no tener trabajadores, además de que era tal su poder en la zona que evadía la legislación laboral burguesa existente. Las ganancias de los imperialistas, burgueses y terratenientes se acrecentaron, del mismo modo como creció la miseria e indignación de las masas frente a sus terribles condiciones de trabajo, que se pueden resumir en: superexplotación (salarios de hambre), ausencia de derechos laborales (contratación por terceros), y trato represivo carcelario en las plantaciones. Eran las condiciones de los obreros bananeros en una época de mayor atraso económico de la sociedad, pero al final de cuentas, las mismas condiciones actuales de los asalariados.
La Clase Obrera nace luchando junto con los demás trabajadores
La situación de la joven clase obrera colombiana de por sí miserable, fue empeorada en la época de la primera guerra mundial imperialista (1914 - 1918) y en los años posteriores, cuando se disparó el desempleo, aumentaron los precios de los productos importados y bajaron los salarios.
El triunfo de los obreros y campesinos en la Revolución Rusa en Octubre de 1917, animó a los obreros y pueblos del mundo a seguir su ejemplo, y fue un importante aliento y estímulo de la inconformidad y rebeldía de los trabajadores colombianos, especialmente de la joven Clase Obrera que nació haciendo uso de la huelga para resistir a la explotación capitalista que enriquecía a patronos extranjeros y nacionales. En 1878 trabajadores del ferrocarril de Buenaventura organizaron la primera huelga en el país, seguida por la huelga de 1895 en el tranvía de Bogotá. En 1910 el movimiento de masas se extendió por toda la Costa Atlántica juntando en una sola lucha victoriosa a braceros, portuarios, obreros de construcción y transportadores fluviales y ferroviarios.
Las condiciones insoportables de trabajo en las fábricas, el incremento de los desalojos de los campesinos pobres, la represión a sangre y fuego de las protestas aisladas de las masas trabajadoras, constituyeron la base material de una poderosa ola de indignación en la forma de un movimiento huelguístico que en 1919 se extendió a las principales ciudades. Este movimiento tuvo dos vertientes: la de los pequeños productores y artesanos agremiados, y la de los obreros fabriles. En la primera vertiente estaban protestas como la de los sastres en Bogotá, zapateros en Medellín y Bucaramanga, sastres, constructores y zapateros en Manizales. En la segunda vertiente se destacaron las huelgas en 1918 de los trabajadores del ferrocarril y puerto de Santa Marta, de los puertos de Cartagena y Barranquilla donde los trabajadores para ser oídos, levantaron los rieles del ferrocarril e impidieron el transporte de agua a Puerto Colombia, siendo atacados por disparos del ejército pero resistieron y obtuvieron un aumento salarial del 50%; movilizaciones obreras en Medellín; pliego de peticiones de los obreros de la United Fruit Company en 1918; exigencia salarial de los trabajadores del ferrocarril de Girardot y otros 3 ferrocarriles en 1919, mismo año en que los mineros de la compañía inglesa de Segovia (Antioquia) realizan una huelga con el apoyo general de la población logrando un notable triunfo. Muchos de estos movimientos adquirieron características violentas, siendo calificados de «revueltas», y aunque giraban sobre reivindicaciones salariales y de jornada de trabajo, se transformaban en movimientos y huelgas políticas contra el Estado. El auge huelguístico de este período tuvo su culmen en 1920 con la huelga en la Fábrica de Hilados y Tejidos de Bello, dirigida por Betsabé Espinosa. Después de un declive de cuatro años, el auge huelguístico retornó de 1924 a 1928 con notables y combativas huelgas de los braceros del Magdalena y los petroleros de Barrancabermeja, ambiente en el cual los obreros de la zona bananera vuelven a la carga con un nuevo Pliego de Peticiones.
Así fue como la Clase Obrera en Colombia nació luchando y enseñó que los derechos de organización y huelga no se mendigan a los enemigos. Se conquistan ejerciéndolos en la práctica, contraviniendo la legislación burguesa que los prohíbe, contraviniendo la reglamentación carcelaria de los patronos que los desconoce. El ejercicio directo de los derechos de organización y huelga, es la enseñanza viva y vigente para enfrentar la tercerización y la limitación de las huelgas, idénticos problemas a los de ayer y que hoy agobian a los trabajadores. Es una enseñanza diametralmente opuesta al oportunismo patronal que considera sagradas e inviolables las leyes de los explotadores, que llama a respetar el orden burgués y hacer la paz con los enemigos del pueblo, que solo ofrece el camino electorero y de los trámites politiqueros en el Congreso, la sumisión y las respetuosas solicitudes a los opresores. Por el contrario, los derechos se conquistan con la fuerza de la lucha. Las leyes a favor o en contra de los trabajadores son un producto de su lucha o de su pasividad.
El Pliego de Peticiones a la United Fruit Company
Los obreros de la zona bananera sabiendo que la Huelga hiere el corazón de los capitalistas que lo tienen en el bolsillo, y que era la forma como podían hacerse escuchar y exigir sus reivindicaciones, el 6 de octubre de 1928 declararon la Huelga con un Pliego de nueve peticiones:
1.     Seguro colectivo obligatorio
2.     Reparación por accidentes de trabajo
3.     Habitaciones higiénicas
4.     Descanso dominical remunerado
5.     Aumento salarial
6.     Supresión del pago con vales
7.     Pago semanal del salario
8.     Abolición del sistema de contratistas
9.     Atención hospitalaria permanente
El punto principal del Pliego era el octavo, EXIGIR EL RECONOCIMIENTO DE LOS OBREROS BANANEROS COMO TRABAJADORES DE LA UNITED FRUIT COMPANY, esto es, acabar la tercerización del trabajo.
La Gran Huelga de las Bananeras
El 7 de octubre fue presentado el Pliego tanto a la Compañía como al Gobierno, pensando que este último haría la función de árbitro imparcial. Pero la respuesta inmediata fue recitar una resolución proferida años atrás donde decía: “Los trabajadores de los contratistas no hacen parte de la empresa, por no existir entre ellos y el patrono un vinculo jurídico”. La misma respuesta de los empresarios hoy en día ante las reclamaciones de los trabajadores tercerizados.
El 10 de noviembre la United Fruit Company comienza a contratar esquiroles para cortar y embarcar la fruta de la zona. La misma táctica de Avianca en la pasada Huelga de los Pilotos.
El 12 de noviembre se inicia la Huelga y se fijan carteles comunicando la decisión, en uno de los cuales se leía: “Esta HUELGA es el fruto del dolor de miles de trabajadores explotados y humillados día y noche por la Compañía y sus agentes. Ésta es la prueba que hacen los trabajadores en Colombia para saber si el gobierno nacional está con los hijos del país, con su clase proletaria, o contra ella y en beneficio exclusivo del capitalismo norteamericano y sus sistemas imperialistas. Vamos todos a la HUELGA”. Y en verdad que con su heroico sacrificio, los obreros bananeros mostraron en los hechos que no solo el gobierno nacional sino todo el Estado, el mismo de hoy, es una dictadura de la burguesía y los terratenientes, es un Estado pro-imperialista hasta los tuétanos.
A la Huelga se vincularon las familias de los trabajadores, y como medida para persuadir a los compañeros que seguían trabajando, se hicieron campamentos en las plantaciones. Contrario al sindicalismo burgués de las Centrales que cuando no pueden impedir una Huelga, aíslan a los huelguistas de sus familiares y hasta de las mismas instalaciones de la empresa, y las carpas que deben ser aulas de educación y de organización del combate, las convierten en sitios de juerga, licor y juegos.
También los habitantes de la zona se vincularon a la Huelga, por solidaridad con sus hermanos y porque las peticiones beneficiaban a todos. Así, sumaron 32.000 los huelguistas dispuestos a pelear el Pliego presentado. Qué gran distancia entre la verdad histórica y la mentira de la díscola burra María Fernanda para quien “era muy difícil encontrar siquiera 3.000 trabajadores en la zona”.
Inmediatamente la United Fruit Company cruza un mensaje telegráfico con el Gobierno donde dice: “Desde hace varios días elementos irresponsables, desvinculados absolutamente de gremios trabajadores obreros de esta compañía, han venido planeando movimiento que bajo el nombre de huelga han hecho cristalizar desde las primeras horas de ayer. Trátase de verdadero motín, pues patrullas recorren la región bananera concitando desorden, amenazando con asesinato demás trabajadores que voluntariamente desean concurrir al trabajo, impidiéndoles violentamente ejercer libre derecho. Estimo esta situación revuelta peligrosa, extremadamente grave…”.
El Gobierno lacayo y arrodillado de inmediato atiende la orden de los imperialistas. El Ministro de Guerra ordenó al general Carlos Cortés Vargas desplazar tres batallones a la zona bananera, bajo el pretexto de “Amparar trabajadores pacíficos que están siendo hostilizados e instigados por revoltosos que actúan en la zona… y para asegurar la conservación del orden público”, la misma palabrería que utilizan hoy los gobernantes cuando envían al Esmad contra los paros y manifestaciones de los trabajadores.
Durante 23 días, hasta el 5 de diciembre, se paró la producción en la zona bananera, tiempo en el cual también el genocida Cortes Vargas estableció sus cuarteles en Santa Marta, estacionó tropas en Ciénaga, Aracataca, El Retén, Fundación y Orihuela. Custodió el ferrocarril y los campos intimidando a los huelguistas e infundiendo terror en la zona que era recorrida por el tren lleno de ejército y de trabajadores capturados para chantajear a los huelguistas, con la devolución de los presos a cambio de finalizar la Huelga.
El 16 de noviembre un Inspector de Trabajo al servicio del Estado, afirmó que la Huelga era legal por lo cual fue encarcelado por el General, quien sí permitió que días después fueran dos representantes del Gobierno a solicitar el desmonte de la Huelga, el retiro de las peticiones sobre el descanso dominical remunerado y el pago en vales, y el aplazamiento de los puntos sobre la seguridad social y la compensación por accidentes. Los trabajadores no conciliaron. Se mantuvieron firmes en la Huelga y en su Pliego.
Representantes del Gobierno y de la Compañía se confabularon para romper la Huelga a fuerza de contratar más esquiroles y protegerlos para sacar producción de las tierras, ardid que fue denunciado y difundido por los huelguistas, acordando hacer una manifestación el 6 diciembre contra el Gobierno y la United Fruit Company. Desde el día anterior 3.000 entre trabajadores, familiares y habitantes de la zona, acamparon en la plaza de la Estación de Ciénaga, rodeados de 300 soldados armados con ametralladoras.
A las 11:30 de la noche del 5 de diciembre, las tropas recibieron la autorización para matar con el decreto legislativo Nº 1 de 1928 que declaraba la ley marcial en la provincia de Santa Marta y nombraba como jefe civil y militar al genocida General Cortes Vargas, quien marchó con sus tropas a la plaza y a la 1 y 30 de la madrugada del 6 de diciembre, leyó el decreto que prohibía asambleas de más de tres personas y dio la orden de dispersión. Los huelguistas y sus familias no creían que los soldados fuesen a disparar. Les arengaron con consignas que chocaban con los sonidos de la corneta que ordenaba dar comienzo a la Masacre para romper a fuego de metralla la Huelga de los obreros bananeros y ahogar en sangre a sus heroicos protagonistas. Cundió la desorganización entre los huelguistas que pudieron salvar sus vidas y reinó el terror estatal que llevó la Masacre más allá de los límites de la plaza, a las calles y los campos, con torturas y consejos de guerra a los apresados, con la utilización de los vagones y camiones que antes habían traído las tropas, ahora de devuelta repletos de cadáveres con destino a las fosas comunes, a la ciénaga y a los buques para desaparecerlos mar adentro. El ejército dejó 9 muertos en la plaza en dantesca burla por los 9 puntos del Pliego. El Gobierno reconoció cientos de muertos, la Compañía más de 1.000 y los historiadores cuerdos admiten que fueron no menos de 1.400. Esta Masacre fue el bautizo a sangre y fuego de la Clase Obrera colombiana, de la misma forma como fuera bautizada la clase obrera chilena en Iquique con la Masacre de los obreros del salitre en 1908; con el mismo terror del bautizo de fuego de la clase obrera ecuatoriana el 15 de noviembre de 1922 en la Masacre de los trabajadores de la Provincia de Guayas. En verdad que como dijera Carlos Marx “el capitalismo nace chorriando sangre por todos sus poros”.
En Colombia, las clases explotadoras, la burguesía y los terratenientes en alianza con los imperialistas, siempre han respondido con garrote y fuego las demandas de los trabajadores, obreros y campesinos.
La burguesía, terratenientes e imperialistas son los principales y más peligrosos enemigos del pueblo colombiano. Viven de amasar ganancias con el sudor y la sangre de la explotación de los trabajadores del campo y la ciudad. De ahí que la prédica de los oportunistas de trabajar por la “paz social” es un vil engaño que oculta la experiencia de la lucha de clases en el país, les perdona a los opresores crímenes como la Masacre de 1928 y desarma ideológica y moralmente al pueblo para enfrentar a sus verdugos.
El Estado no es una institución neutral frente a la lucha de clases. La idea de que el Estado es un árbitro imparcial en las luchas entre explotados y explotadores, entre trabajadores y empresarios, es una idea completamente equivocada que se debe borrar para siempre de la mente de los trabajadores. Ayer lo demostró la experiencia de las bananeras donde el Gobierno le dio trato militar a un conflicto laboral y el sanguinario Cortes Vargas llamando “cuadrilla de malhechores” a los huelguistas procedió a masacrarlos. Hoy lo corrobora la experiencia de la Huelga en Avianca donde el Gobierno y sus tribunales la declararon ilegal y la sanguijuela Efromovich la tildó de “criminal”. El Estado es una máquina de poder que pertenece a las clases económicamente dominantes que la utilizan siempre en favor de los explotadores y al servicio de los intereses y mandatos imperialistas.
La Masacre de los huelguistas bananeros dejó al descubierto el carácter de clase del Estado colombiano: dictadura de los explotadores para proteger su propiedad privada y sus ganancias. Una experiencia dolorosa para la clase obrera, que le enseña a no confiar en el Estado burgués que concentra la fuerza de sus enemigos, ni tampoco creer el cuento oportunista de solucionar los problemas de los trabajadores, conquistando escaños en el Congreso y puestos en el Gobierno, pues ellas son instituciones fundamentales de ese mismo Estado, y por tanto, hechas para servir a los explotadores.
El terrorismo de Estado no es algo nuevo de estos tiempos; es la vieja y conocida práctica del Estado burgués terrateniente pro-imperialista, en las Masacres de los huelguistas bananeros del Magdalena, petroleros de Barranca, cementeros de Santa Bárbara; en la matanza de campesinos durante la Violencia de 1948 a 1958; en las masacres, destierros, desapariciones y falsos positivos de la actual Guerra contra el pueblo iniciada a comienzos de los años 80 con la careta política de lucha contra la guerrilla y el terrorismo, cuando en realidad es la disputa armada por la renta capitalista de las tierras dedicadas a la minería y la producción de la materia prima de los sicotrópicos y al tráfico hacia el mercado internacional; en la represión a los paros y huelgas políticas de masas en campos y ciudades; en la persecución y desaparición sistemática de dirigentes sociales y defensores de los DDHH.
Con los opresores y explotadores del pueblo, que siempre han defendido sus intereses y privilegios a sangre y fuego, no puede haber paz como pregonan los oportunistas.

LA HUELGA DE LAS BANANERAS FUE UNA ESCUELA DE LUCHA POLÍTICA
La terrible Masacre que ahogó en sangre la Huelga bananera, induce a concluir equivocadamente que fue una derrota total. La derrota fue sangrienta pero temporal, porque a pesar de su sacrificio, los valerosos huelguistas dieron ejemplo de cómo hacer frente a los problemas de los obreros asalariados y cómo su lucha de clase debe relacionarse con la lucha general del pueblo, dejando vivas enseñanzas a todos los trabajadores para enfrentar a sus enemigos.
La experiencia de la Huelga contra la United Fruit Company, enseñó que la presentación de un sencillo Pliego de Nueve Peticiones, por las fuerzas e intereses de clase que puso en juego, hizo que el límite de un conflicto entre obreros y patronos imperialistas, fuera roto por la intervención del Gobierno y el ejército, transformándose en una lucha política anti-imperialista y contra las fuerzas armadas del Estado.
No existe una muralla china entre la lucha económica o de resistencia a la explotación y la lucha política que en últimas resuelve la cuestión del poder estatal. No hay conflicto laboral y social donde no intervenga el Estado, y siempre lo hace usando la ley para amordazar los procedimientos de lucha de los trabajadores, y usando la fuerza armada para someterlos.  O sea, el Estado siempre interviene en favor y defensa de los explotadores. Por eso cualquier lucha, paro, manifestación o huelga por reivindicaciones económicas inmediatas, debido a la intervención del Estado, puede transformarse en una lucha política de clase y de masas contra el Estado.
La lucha económica y la lucha política de los trabajadores no son luchas opuestas, sino complementarias, cuya estrecha relación favorece a los trabajadores siempre y cuando su lucha política sea una lucha revolucionaria contra los enemigos del pueblo, y no una lucha política reformista y parlamentaria para someter al pueblo al poder de sus enemigos.
Los alcances de la unidad entre la lucha económica y la lucha política revolucionaria de los trabajadores bananeros, dependieron de dos grandes factores determinantes: uno, el apoyo y solidaridad de la clase y las masas del pueblo; y otro, el estado de organización, consciencia y dirección independiente de la lucha obrera.
LA HUELGA DE LAS BANANERAS FUE UNA HUELGA POLÍTICA DE MASAS CONTRA LOS ENEMIGOS DEL PUEBLO
En cuanto al factor del apoyo y solidaridad de la clase y de las masas del pueblo, en la zona bananera existían dos condiciones de gran importancia para la lucha de los trabajadores. La condición objetiva de las contradicciones entre la United Fruit Company y las masas de la zona bananera, incluidos por supuesto principalmente los obreros asalariados de la Compañía. Tanto los pequeños y medianos cultivadores de banano como los comerciantes, tanto los colonos como los campesinos y artesanos, todos eran atropellados por los privilegios de la frutera yanqui, y por tanto, todos sentían sus intereses representados en el Pliego de los obreros. La otra condición, la subjetiva, la describe muy bien Ignacio Torres Giraldo: “Las masas estaban saturadas de ideas revolucionarias seguramente muy confusas, pero que tenían la virtud de unirlas, de alinearlas para la lucha conjunta. ¿En qué consistía esta lucha y cuál era su finalidad? Ahí era donde la claridad faltaba. Pero es indudable que la gente veía —o creía ver— en esta oleada en aumento de las fuerzas vitales del pueblo trabajador, ¡la caída del régimen odiado de la hegemonía conservadora, instrumento dócil de la United Fruit Company!”
Esas dos condiciones permitieron transformar la Huelga de los obreros en un movimiento político huelguístico desde abajo de los obreros y sus familias en alianza con los campesinos, colonos, artesanos y comerciantes de la zona bananera.
Así la Huelga de las Bananeras fue una Huelga Política de Masas, que representó la fuerza social y material del movimiento y fue determinante en las conquistas alcanzadas, tanto para toda la clase obrera como para las masas trabajadoras, conquistas que el Estado de los explotadores se vio obligado a rubricar como leyes para todo el país.
• En 1931 se reconoce el derecho de asociación en sindicatos, negociación colectiva y contratación directa.
• En 1934 la jornada laboral de 8 horas y 48 semanales.
• En 1934 el derecho al salario para mujeres y menores.
• En 1936 el pleno derecho de huelga que ya era reconocido formalmente desde 1919.
Derechos laborales fundamentales que se extendieron a todos los trabajadores, lo cual sirvió para mejorar las condiciones de trabajo y de vida de las masas del pueblo. De ahí en adelante, solo la lucha directa de los asalariados podría mantener y mejorar tales conquistas o en su ausencia irlas perdiendo paulatinamente, como en efecto ocurrió.
La Huelga de las Bananeras demostró que es completamente errónea la creencia de los oportunistas patronales, de que “los trabajadores solo pueden luchar, organizarse y exigir si lo permite la ley”. ¡Falso! Las leyes laborales beneficiosas para los trabajadores como las de los años 30, fueron producto de la lucha obrera directa contra sus enemigos. Como también, las leyes laborales beneficiosas para los capitalistas como las actuales, son producto de la ausencia de la lucha obrera y de la política de conciliación con los enemigos.
Y como si fuera poco, la gran Huelga Política de Masas en la zona bananera, dejó sin piso al Gobierno de Abadía Méndez dando fin a 30 años de régimen conservador de los terratenientes. Por las limitaciones de consciencia y organización política independiente de la joven e inexperta clase obrera, la Huelga Política de Masas en la zona bananera logró causar una crisis política en los gobernantes, pero no se transformó en una crisis revolucionaria contra el poder pro-imperialista de la burguesía y los terratenientes. Si la solidaridad con la Huelga se hubiese extendido más allá de algunos sectores obreros que la brindaron en otras ciudades, y se hubiese expresado en Huelgas Política de Masas en otras regiones del país, el impacto revolucionario de la Huelga Bananera hubiera sido mayor. En consecuencia, fueron los liberales —el partido de la burguesía en aquella época — quienes asumieron Gobierno y la dirección del Estado de dictadura de los explotadores pro-imperialistas.
LA HUELGA DE LAS BANANERAS ENSEÑÓ A LA CLASE OBRERA, QUE PARA TRIUNFAR NECESITA INDEPENDENCIA DE CLASE
El segundo factor determinante de los alcances de la unidad entre la lucha económica y la lucha política revolucionaria de los trabajadores bananeros, fue el estado de organización, consciencia y dirección independiente de la lucha obrera. La organización sindical de los obreros bananeros funcionaba, trabajaba y luchaba con criterios de independencia de clase, pero lo hacía por ingenio proletario, espontáneamente, no por una comprensión consciente de tal necesidad. Pero el problema principal no estaba en el sindicato, sino en la organización política de los obreros, patrón de medida de la independencia de clase.
Para entonces los obreros más conscientes, y sobre todo los intelectuales proletarios que empezaban a conocer y transmitir las ideas revolucionarias del marxismo provenientes de Europa y principalmente de Rusia, donde los obreros y campesinos guiados por esas ideas ya habían triunfado en una Revolución, todos trabajaban por la organización política de los obreros, y aunque en 1926 lograron constituir el Partido Socialista Revolucionario (PSR), este no era todavía un partido obrero independiente, pues a su interior convivían ideas marxistas y liberales, su conocimiento de la sociedad era aún superficial y a pesar de su nombre tenía un programa apenas democrático liberal, confuso frente al socialismo como sistema nuevo, distinto y superior al capitalismo.
Aún así, este Partido tuvo destacados jefes revolucionarios como María Cano, Ignacio Torres Giraldo, Raúl Eduardo Mahecha y varios más que actuaron como dirigentes prácticos de la Huelga. Sin embargo, como lo evaluó la III Internacional (la organización internacional los comunistas en aquella época), el Partido Socialista Revolucionario no era un partido suficientemente experimentado, organizado y disciplinado. En cuanto a su política no tenía una línea definidamente proletaria, sino contaminada por las ideas de un sector llamado “putchista” que confiaba todo, a un golpe de estado de un grupo de conspiradores compuesto por generales liberales; y también contaminada por las ideas de otro sector proclive a confiar en la “mediación imparcial” del gobierno en el conflicto y en la “neutralidad” del Estado y de las fuerzas armadas. Esta fue la gran debilidad de la Huelga: la ausencia de una correcta dirección política de clase.
La derrota temporal de la Huelga de las Bananeras, dejó al descubierto esta gran debilidad y necesidad, lo cual con la ayuda de la III Internacional que directamente transmitió su evaluación, sacó enseñanzas, formuló críticas e hizo recomendaciones a los dirigentes políticos, sirvió para que los intelectuales proletarios y los obreros más conscientes, fundaran en 1930 el Partido Comunista, en un primer intento serio de organizar la vanguardia política de la revolución en Colombia, intento echado a perder años después por las ideas oportunistas liberales. Hoy sigue pendiente resolver esta necesidad de la independencia ideológica política y organizativa de la clase obrera, tanto en su movimiento sindical sometido a la dirección burguesa de los jefes de las centrales, como en la construcción de un Partido político propio de la clase obrera, tarea en la cual trabajan los compañeros revolucionarios.
LAS PERDURABLES LECCIONES DE LA GRAN HUELGA DE LAS BANANERAS, SIRVEN HOY A LAS LUCHAS DE LOS EXPLOTADOS
La tercerización laboral es una forma clásica de rebajar el salario, porque impide la organización de la lucha de resistencia y convierte al obrero en un sujeto aislado e impotente, frente a las leyes anti-obreras del Gobierno y frente a la reglamentación represiva del trabajo en las empresas, para intensificar la explotación y exprimir mayores ganancias al trabajo asalariado.
Hoy el imperialismo ha convertido la tercerización en una política de superexplotación mundial del proletariado. Y aunque en Colombia se permite la organización sindical de los trabajadores tercerizados, sus decisiones y peticiones son burladas por los jueces y empresarios, porque son organizaciones pequeñas y dispersas.
Es necesario seguir el ejemplo de los obreros bananeros, de ganar el reconocimiento de todos como trabajadores directos de las empresas, exigiendo como lo hicieron en 1928 la abolición del sistema de contratistas y conquistándolo como lo enseñaron los héroes de las bananeras: con la fuerza de la Huelga, por encima y contra las leyes que prohíben las huelgas a los tercerizados. Todo depende del trabajo de elevar la conciencia de clase de todos los obreros en cada empresa y en cada rama; del trabajo de todos para unir y ampliar la organización ejerciendo de hecho, en la práctica, el derecho a la organización de todos los tercerizados junto con los obreros directos; del trabajo de todos para unirse en la lucha directa como un solo hombre contra sus comunes enemigos.
Otra forma de rebajar el salario es la comedia de la “negociación del salario mínimo” que por estos días vuelve a representarse en el Ministerio del Trabajo. Una comedia donde todos sus actores son enemigos de los trabajadores: los empresarios por explotadores, los gobernantes por opresores y los jefes de las centrales por traidores.
En Colombia tanto los obreros como los demás trabajadores de la ciudad y del campo han sido sometidos a una feroz y endemoniada explotación de su trabajo, donde el salario mínimo se convirtió en la medida del aumento del hambre, porque cada vez disminuye la cantidad y calidad de productos para mantener la fuerza de trabajo del obrero y su familia. Es necesario oponer a la rebaja del salario real en cada negociación del salario mínimo nominal, la lucha por una Alza General de Salarios que verdaderamente beneficie a todos los obreros y a todos los trabajadores.
Pero un Alza General de Salarios jamás se conseguirá en las mesas de concertación entre los enemigos de los trabajadores. Jamás será producto de la bondad de los gobernantes porque a ellos solo se les permite gobernar si administran bien los negocios de los grandes empresarios, esto es, si les facilitan aumentar sus ganancias, o lo que es lo mismo, si rebajan los salarios. El Estado de los ricos no es solamente un instrumento de represión sobre los pobres; es también un instrumento al servicio de la explotación.
Un Alza General de Salarios, solo es posible conquistarla como lo enseñaron los huelguistas de las bananeras: con la lucha política conjunta de los obreros y demás trabajadores, con la Huelga Política de Masas contra el Estado y todos los patronos, porque el Alza General de Salarios implica modificar la relación social entre el capital y el trabajo que involucra a todas las clases. Por eso no se puede resolver solo por el movimiento sindical de los obreros, no se puede resolver solo por la huelga económica de los trabajadores. La lucha por un Alza General de Salarios es una lucha política que exige la participación de todo el pueblo en una Gran Huelga Política de Masas.
Es absolutamente necesario luchar y resistir a la represión, al terrorismo de Estado, a la superexplotación; pero es también insuficiente para el bienestar de los trabajadores porque esos problemas son solo las CONSECUENCIAS del régimen de explotación asalariada y del Estado de dictadura de los explotadores. Para dejar de ser esclavos no basta alargar y adornar las cadenas, es necesario romperlas, suprimir la opresión y la explotación. Es indispensable barrer sus CAUSAS lo cual significa cambiar el sistema, como lo demostraron prácticamente los obreros y campesinos en Rusia hace 100 años.
La lucha de clases, no es un invento de subversivos como dicen los reaccionarios, sino el resultado inevitable de las contradicciones antagónicas en la sociedad, y aunque la lucha de clases expresa la rebelión de los oprimidos y explotados, por sí misma no se transforma en una revolución para cambiar el sistema.
Como lo enseñó con su derrota temporal la experiencia de la Gran Huelga de las Bananeras, para triunfar sobre los explotadores se necesita una dirección revolucionaria, que lleve la conciencia socialista y canalice la lucha de clases hacia un verdadero cambio revolucionario. Y no hay otro camino que el trazado por la experiencia social: las vías de hecho, la violencia revolucionaria de las masas que ha sido la partera de la historia. El camino de las elecciones y la politiquería parlamentaria solo conduce a eternizar los privilegios de los explotadores y los sufrimientos de los trabajadores.
Sin perder de vista ese futuro es preciso actuar en el presente inmediato. Unir fuerzas en la denuncia y la movilización contra la rebaja del salario mínimo; unir fuerzas en la lucha por un Alza General de Salarios; unir fuerzas en la denuncia y movilización contra la farsa electoral del 2018; unir fuerzas en la preparación de la conmemoración revolucionaria e internacionalista del Primero de Mayo; unir fuerzas en la labor de elevar la conciencia de los trabajadores sobre la necesidad de organizar y llevar a cabo un Paro Nacional Indefinido.
¡LOS OBREROS BANANEROS ENSEÑARON A LUCHAR, NO A CONCILIAR CON LOS ENEMIGOS DEL PUEBLO!
¡CONTRA LA FARSANTE NEGOCIACIÓN DEL SALARIO MÍMIMO: LUCHA POR UN ALZA GENERAL DE SALARIOS!
¡CONTRA EL ENGAÑO DEL CARNAVAL ELECTORAL: LUCHA DIRECTA DEL PUEBLO EN PREPARACIÓN DEL PARO NACIONAL INDEFINIDO!
¡NI EL ESTADO, NI LOS POLITIQUEROS, SOLO EL PUEBLO SALVA AL PUEBLO!
¡LA PAZ DE LOS RICOS ES GUERRA CONTRAEL PUEBLO!

Comité de Lucha Popular de Bogotá
Escuela Sindical María Cano
Diciembre 10 de 2017

domingo, 22 de octubre de 2017

RECICLADORES POPULARES EN PIE DE LUCHA!


Marcha el pasado 19 de octubre donde los recicladores populares rechazaron la pretensión de los grandes empresarios que quieren apropiarse hasta de la basura, la cual es el sustento diario de cientos de familias recicladoras!
Su lucha continua hasta que su gremio y su trabajo sea respetado.

https://www.facebook.com/100002553222579/videos/1482789858482774/

lunes, 11 de septiembre de 2017

Es Falso Que Los Desplazados En Colombia, Hayan Recibido Soluciones Efectivas


Es lo que muestra los siguientes testimonios directos de desplazados de diferentes partes del país.
•        Hay acceso limitado en educación, empleo y atención en salud. No hay planes de vivienda.
•        Al ser obligados a desplazarse a las ciudades y vivir en lugares periféricos, los hijos se han involucrado en pandillismo, delincuencia, consumo de drogas y prostitución.
•        Se presenta asesinato constante de los líderes reclamantes de tierras y defensores de sus derechos, y el Estado los adjudica a otras causas.
•        No quieren retornar al campo porque no hay ninguna garantía de seguridad, a pesar que en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras y los acuerdos firmados con las FARC, el gobierno les promete garantías de no repetición.
•        Son revictimizados por el mismo Estado. Son burlados por las Mesas de Víctimas, éstas están al servicio del Estado.
•        Muchos desplazados mueren esperando la indemnización, mientras que los grandes poderosos que fueron víctimas de secuestro, como Alan Jara, sí recibieron rápidamente abultadas indemnizaciones.
•        El gobierno ha incumplido con las promesas de la Ley 1448. Las víctimas del desplazamiento son el “eje central” en el proceso de paz, pero aumenta la violencia cambiando solo el método de accionar.
•        A las mujeres desplazadas víctimas de violencia sexual, la Unidad de Víctimas no las incluye, no son incluidas en el restitución de tierras; son revictimizadas.
•        Luego de 10 años de desplazamiento, ya no tienen derecho a nada, ni proyecto productivo, ni ayuda humanitaria.
•        Las mujeres han sufrido en carne propia las consecuencias del desplazamiento, y hoy muchas están sufriendo la explotación sexual porque han tenido que prostituirse para llevar un pan a sus hijos, porque el Estado no ha sido capaz de solucionar nada.Las asesinan, son víctimas de trata de personas, y de eso no se habla nada en los medios. Hay mujeres esclavas sexuales que se convierten en alcohólicas y drogadictas porque no soportan ser violadas por unos cuantos pesos.
Son muchas más las palabras de los desplazados, las declaraciones, que dejan en firme la verdad sobre la actuación del Estado y sus instituciones, de qué lado están realmente.
Es a la vez una demostración viva para que los desplazados no sigan depositando su confianza en el Estado, ni en el gobierno de Santos o cualquiera de sus establecimientos que han montado, con el fin de “servir” a las “víctimas”.
En la Ley 1448 se lee: “El pleno reconocimiento de los derechos de las víctimas es un histórico paso hacia la construcción de la paz. La centralidad de las víctimas y el pleno reconocimiento de sus derechos son para los colombianos una prioridad absoluta.”
En el acuerdo final de La Habana, en el punto 1.1.7. “Restitución: el Gobierno Nacional y las FARC-EP comparten el propósito de que se reviertan los efectos del conflicto, que se restituyan a las víctimas del despojo y del desplazamiento forzado y a las comunidades sus derechos sobre la tierra, y que se produzca el retorno voluntario de mujeres y hombres en situación de desplazamiento. ….”
En el punto 5. Acuerdo sobre las Víctimas del Conflicto: “Resarcir a las víctimas está en el centro del Acuerdo entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP.”
“...tienen derecho a ser resarcidas por los daños que sufrieron a causa del conflicto...”
Teniendo en cuenta solamente estos poquitos apartes de los acuerdos de La habana y la ley 1448, es fácil darse cuenta que son promesas de papel, y que todo está pensado para favorecer a los responsables de la guerra y el despojo violento a los pobres del campo; que las leyes con sus reformas, decretos y acuerdos entre explotadores han sido precisamente para legalizar ese despojo favoreciendo el desarrollo capitalista en el campo; han permitido que grandes empresas capitalistas nacionales y extrajeras se hayan apoderado de las tierras posando como “compradores de buena fe” y aumentar sus incalculables riquezas, mientras los desplazados están cada día peor. La Ley de Víctimas ha servido a funcionarios corruptos y a politiqueros responsables del desplazamiento y de miles de asesinatos y desapariciones, y sin embargo andan por ahí libres protegidos por el Estado.
En cuanto a la “reparación”, viendo solo unos ejemplos de las que dicen han dado, y que reportan en los medios de comunicación burgueses, efectivamente sí han dado dinero a unas pocas familias, pero son cantidades que representan realmente una miseria; son limosnas y no alcanza a cubrir en lo más mínimo, todo lo que el Estado les debe. Los gobernantes y funcionarios son tan descarados que se atreven a afirmar  “que reparar a las víctimas es construir paz”. Que “no entregan dinero, sino futuro” para los desplazados.
Los Comités de Lucha hacen un llamado a los compañeros desplazados, a trabajar por la unidad y organización; a depositar toda su confianza única y exclusivamente en su fuerza, a volcarse a la calle y luchar por exigir sus derechos. La barbarie que todo el país conoce, no cesa; continúan desplazando, asesinando líderes y campesinos, donde el principal actor es el Estado capitalista en común acuerdo con los demás actores que para el pueblo y el país no son desconocidos: paramilitares, guerrilla, ejército.
Ante esta situación de agonía y desespero los desplazados no deben aguantar más; está llegando la hora de actuar y ponerle coto, una salida contundente que contrarreste la arremetida y la burla por parte del Estado, y sus gobernantes.
Los desplazados son golpeados una y más veces y cuando le viene en gana a los ricos y su Estado. Esto tiene una razón de ser, es la falta de unidad y seguir confiando en el Estado. Sus luchas son aisladas, lo que permite al enemigo del pueblo convertirlos en presa fácil para golpearlos no solo en físico, también con mentiras y promesas falsas.
Es urgente intensificar la lucha buscando la unidad para la lucha y no para conciliar, que represente los intereses comunes de todos, para tener más fuerza; es indispensable no caer en la trampa de los politiqueros que ya están pescando votos para la próxima farsa electoral del 2018, porque los desplazados son un botín perfecto para los politiqueros en campaña, prometiendo que desde las urnas y los puestos del Estado, solucionarán su terribles problemas. Su lucha debe ser con total independencia organizativa, ideológica y política de las clases dominantes, de sus partidos politiqueros y su Estado.

Así como el Estado colombiano tiene sus aliados, las fuerzas armadas, los jueces y todo el estamento del gobierno; los desplazados también tienen amigos y aliados en otros sectores, como son los obreros, maestros, estudiantes, los pequeños comerciantes, vendedores ambulantes, recicldores… también sufren el flagelo de la represión y explotación; por lo tanto es vital unirse con ellos para enfrentar al enemigo y doblegar esas fuerzas represivas y explotadoras que tanto daño hacen al pueblo trabajador colombiano.

El Pueblo Lucha En Las Calles, Mientras Sus Verdugos Se Abrazan

El pasado 19 de julio se reunieron los exjefes paramilitares y los miembros del Secretariado de las Farc. Al final hubo abrazos y palmaditas en la espalda entre ambos grupos. Mucha gente del pueblo aún confía en que la guerrilla de las Farc tiene ideales revolucionarios, y confían en dicho grupo que pactó con la burguesía y con el Estado que decía combatir años atrás. Sin embargo, los hechos son más dicientes que cualquier fraseología revolucionaria. Hoy los miembros del secretariado de las Farc, no tienen escrúpulos a la hora de abrazarse con los exjefes paras, todo en nombre de la paz de los ricos.
Rabia le debe dar a la base de dicha guerrilla, ver a sus jefes abrazarse con aquellos paramilitares que les ordenaban a sus hombres cortarles la cabeza a campesinos inocentes para jugar fútbol con ella. En nombre de la paz de los ricos, la dirección de las Farc no solo concilió su entrega al Estado con el que durante décadas estuvo en conflicto en una guerra contra el pueblo, sino que ahora, en nombre de esa misma paz, se dan abrazos con los otros verdugos…al fin y al cabo, ambas partes, junto con las fuerzas armadas del Estado conformaban los ejércitos reaccionarios de la guerra patrocinada por la burguesía, los terratenientes y los imperialistas, que desplazaron campesinos pobres y medios; que mutilaron y asesinaron a gente de las masas populares; que usaron el secuestro y la extorsión como método de financiación…en fin, no es para nada raro que hoy ambos bandos, que en apariencia eran antagónicos, se den abrazos y palabras de reconciliación.

Queda más claro aún que el pueblo no debe confiar sus esperanzas de cambio social en ninguno de estos grupos y tampoco en el Estado de los ricos. El odio que se decían profesar entre todos; los muertos que pusieron todos los bandos, en su gran mayoría hijos del pueblo; la fraseología con que le subían la moral a sus tropas…todo se fue al tarro de la basura al ver como entre los jefes de ambos grupos se abrazaron para reconciliarse.
La lucha del pueblo es diferente, pues todos los conflictos tienden hacia la Huelga Política de Masas, en la cual el pueblo por medio de la fuerza organizada de la huelga en los sectores principales de la producción, obliga a los representantes del Estado de los ricos a negociar con los representantes elegidos por las masas en los Comités de Huelga o de Paro, los cuales se deben a la base y no están autorizados a tomar ninguna decisión que no sea refrendada por las bases populares de dichos órganos conformados por obreros, campesinos, estudiantes, desempleados, recicladores…en fin, por el pueblo que mueve a la sociedad por medio de su trabajo.


La actitud de los jefes de dichos Comités es muy diferente a la de los jefes de los grupos armados verdugos del pueblo. Si bien se trata de negociaciones con el Estado de los ricos, en las cuales se plantean las exigencias del pueblo que se mantiene en huelga en las calles a manera de asonadas, mítines, tomas, confrontaciones, etc., nunca un dirigente de las masas se permitirá muestras de afecto o camaradería con los representantes de los enemigos de éstas, como hoy lo hacen entre paras, guerrilleros y el Estado. Por eso, es necesario acelerar la generalización y unidad de la Huelga Política de Masas, que una al pueblo en el objetivo común de enfrentar al Estado y a los capitalistas, pues la sociedad colombiana se divide en clases sociales antagónicas, irreconciliables. Dichos comités deben trabajar por unir los conflictos en un solo haz como forma de ayudar a la unidad del pueblo y para ganar fuerzas en diferentes zonas del país; es decir, sumar fuerzas que se comprometan con la lucha directa y no con la politiquería, ni con el propósito que siempre tienen los vendeobreros o representantes de los enemigos entre las masas, de concertar y conciliar con los ricos a nombre de la “paz social” que es la que le gusta a los dueños del capital, pues les permite explotar y oprimir al pueblo que envenenado con dicha ideología pacifista burguesa, no levanta la cabeza para luchar. El llamado entonces es a no seguir el camino de la paz de los ricos representado en los abrazos que hoy se dan entre guerrilleros, paras y Estado, y sí, por el camino de la lucha directa contra los dueños del capital, como lo han mostrado diversos sectores en meses recientes, exigiendo sus derechos con ejemplares formas de protesta. No sobra recordar que, Ni el Estado ni los politiqueros, ¡Solo el pueblo, salva al pueblo!