miércoles, 1 de junio de 2016

¡QUE LO SUELTEN O QUE EL PUEBLO LO LIBERE!



Feliciano Valencia debe estar en su comunidad:


Era el 14 de noviembre de 2008 en el departamento del Cauca: en desarrollo de la Minga Social Indígena y Popular —forma de organización y movilización de los pueblos indígenas para reclamar y defender derechos— la Guardia Indígena detiene al Cabo del Ejército Jairo Chaparral, quien estaba en una misión de infiltración ordenada por sus superiores. Chaparral portaba en su morral prendas de uso privativo de las fuerzas armadas y un radio de comunicación, artículos con los que pretendía “‘sembrar pruebas”’ e inculpar la protesta de ser apoyada por la guerrilla, falsos positivos judiciales como los que están ahora de moda.


La Guardia Indígena lo puso a disposición de sus autoridades, la comunidad lo juzgó y le impuso una sanción de 20 azotes y un “baño en plantas medicinales para armonizarlo”. La reacción fue: “maltrato al militar… no hubo debido proceso… indios brutos y guerrilleros”. Consecuencia: Feliciano Valencia condenado a 18 años de cárcel por tortura y secuestro.
Era el 12 de noviembre de 2014 también en el departamento del Cauca: la Guardia detiene a tres guerrilleros de las FARC que asesinaron a un comunero, y las autoridades indígenas los condenan a 60 y 40 años. La reacción entonces fue: “La justicia indígena es un ejemplo para Colombia… eso es efectividad… debemos aprender de la sabiduría de nuestros hermanos indígenas”.
¿No quieren una limonadita de mango? ¿Al fin qué?
Lo que aquí se evidencia es el verdadero rostro y carácter del Estado y todo su aparato: el Legislativo (el que hace las leyes y las normas) el Ejecutivo (el que cumple los acuerdos de los poderosos y sus representantes) y el Judicial (el que les cuida las espaldas a los ricos, los políticos y a sus ayudantes) todos contra el pueblo, contra los campesinos, contra los indígenas, contra las masas populares y contra los obreros y trabajadores.
¿Fue correcta la actuación de la comunidad indígena?
Por supuesto que fue correcta la forma de actuación y da un ejemplo para las organizaciones de masas en lucha; en el caso del Cabo del Ejército puso al descubierto el modo de operar de las fuerzas represivas del Estado, que se disfrazan de pueblo, se infiltran en las organizaciones bien sea para sembrar falsas pruebas o para identificar, individualizar los dirigentes y procesar, “desaparecer” o asesinar a los luchadores.
¿Por qué el gobierno, la justicia, los políticos y los medios de comunicación de la burguesía, todos a una sola voz se sesgan respecto a la justicia indígena por casos muy similares?
Los dos casos suceden en territorios indígenas, ambos involucran a masacradores del pueblo o como los llaman “actores del conflicto”; sin embargo, en uno hay aplausos y en el otro, no sólo repudio, sino que se acomoda la ley convencional para aplastar a un reconocido dirigente.
Cabe entonces la pena preguntarse:
¿Qué hace el Ejército infiltrando, sembrando pruebas como radios y prendas militares, montando un falso positivo judicial a una comunidad indígena?
¿No se supone que las fuerzas armadas son para proteger a TODOS los colombianos, incluidos los indígenas?
¿O se trata más bien de los preparativos para declarar la guerra de los ricos contra todo el pueblo?
No perdamos de vista que hablamos del 2008 cuando los llamados falsos positivos del Ejército de Uribe fueron más de 4.000; tampoco es descabellado pensar que este era un “falso positivo judicial” que ahora en el gobierno de la supuesta paz de Santos se concreta quitando de en medio un símbolo de la resistencia de los indígenas del Cauca.
Si la justicia indígena tomó una decisión colectiva, ¿por qué judicializan únicamente a Feliciano Valencia? Qué más quisieran los ricos explotadores que judicializar a todos los pueblos indígenas. Y debemos desconfiar que no sea ese el propósito de separar los pueblos de los “blancos y mestizos” y el de los indígenas como abiertamente lo propuso la reaccionaria Paloma Valencia del partido de Uribe.
¿No será que todo esto es parte de una estrategia de sectores del Estado y de terratenientes y capitalistas del Cauca para intimidar a las organizaciones indígenas?
Si esto queda así, si se permite que Feliciano Valencia sea condenado, se creará un precedente para que el Ejército y el ESMAD puedan continuar sin problema ni consecuencias, pasar literalmente por encima de las marchas, protestas y luchas obreras, campesinas y populares.
Eso es lo que buscan y ni solamente con Feliciano Valencia sino además con el apresamiento y encausamiento de cuatro integrantes de la Fundación para la Defensa de los Derechos Humanos del Oriente Colombiano (DHOC), quienes fueron detenidos recientemente, también acusados por secuestro simple. Su delito: mediar en la entrega de un grupo de policías que por intentar agredir a campesinos participantes en el paro agrario del 2013, fueron inmovilizados por estos.
¿Por qué siempre se criminaliza la protesta de campesinos e indígenas?
¿No será que los indígenas protestan porque el 70% de los niños indígenas tienen desnutrición crónica y uno de cuatro niños muere antes de cumplir 6 años como denuncian algunos estudios?
¿No será que los indígenas protestan porque según la Corte Constitucional, 34 de los 102 pueblos indígenas podrían desaparecer?
¿No será que el malestar social se genera porque solo el 2.7% de los indígenas llega a la educación Superior como informa el Censo amañado del 2005?
¿No será que indigna que entre 2002 y 2009 84 indígenas han sido víctimas de ejecuciones extrajudiciales?
El Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), que agrupa a más del 90% de comunidades indígenas de la región, se declaró en Asamblea Permanente para exigir que se respete su jurisdicción, dentro de la que Valencia Medina actuó para retener y castigar al soldado.
El anuncio del CRIC tardó pocas horas en hacerse realidad. En la tarde de ese miércoles más de cien cabildos se reunieron rechazando la medida contra Valencia, quien está a la espera de saber si será enviado a una cárcel convencional donde tendría que, entre otros, cortarse el cabello largo que caracteriza a la comunidad que representa.

Si la justicia de los ricos, no libera a Feliciano Valencia, ¿qué deben hacer el pueblo indígena, los campesinos, los obreros y las masas populares en general?
Si el caso que pone a Feliciano tras rejas es porque la justicia indígena condenó a un infiltrado, entonces toda la comunidad debe marchar con fuerza al lugar donde lo tienen preso para que el Estado encarcele a todos los responsables o exigir la liberación del compañero.
Si el compañero Feliciano no es liberado por la justicia de los ricos, debe actuar nuevamente la justicia indígena, marchando en Minga para sacar de la cárcel a su dirigente y tomar las medidas necesarias para hacer respetar su mandato, con la seguridad de que todo el pueblo colombiano respaldará su sabia decisión.